Hoy, los tres viven un retiro tranquilo y relucen bajo el sol de la tarde, bajo la mirada feliz de Leonor. Ella representa el reverso de la moneda en un mundo, el trato a los animales, donde coinciden lo mejor y lo peor del género humano. Esta mujer es la cara altruista, compasiva e, incluso, un punto mágica: porque hay que tener una cierta magia para hacer que convivan en armonía tantos animales, tan distintos. Pero aquí no se pelean, ni atacan o gruñen. Al contrario: Bacon, el enorme cerdo vietnamita, se estira seductoramente en el suelo para que lo acaricien, mientras que dos flameantes gallos de granja, también rescatados, pasean entre un grupo de caballos tordos (el tipo que más se abandona, porque su carne apenas tiene valor).
Los numerosos perros saludan al visitante alzándose sobre dos patas y abrazándolo a modo de bienvenida. Son casi todos de raza bretona, una de las más utilizadas por los cazadores. "A veces me los encuentro atados en la puerta del refugio", cuenta Leonor Díaz de Liaño. "Otras, me los traen veterinarios o conocidos: los han encontrado vagando o atados a un árbol, como los caballos, que también se dejan así". Viejas tácticas de una práctica, el abandono animal, en la cual España es líder en Europa. Así lo afirma un reciente informe de la cadena de productos para mascotas Kiwoko, que cifra el ritmo de abandono en un animal cada tres minutos. En paralelo, el Observatorio de la Fundación Affinity –de la empresa de alimentos para perros y gatos Affinity Petcare– calcula que, en el 2012, en España se recogieron unos 110.000 perros y 33.000 gatos.
El estudio solamente computa las mascotas más tradicionales. No tiene en cuenta otros animales que también se abandonan, como los caballos, los cerdos vietnamitas (que tan de moda se pusieron en los últimos años), los cobayas, las tortugas y los pájaros tropicales. O los que se salen del círculo estricto de las mascotas, como son los animales de granja, que aún se consideran más de "usar y tirar".
En ellos se ha especializado Esperanza Álvarez, una veterinaria madrileña responsable, junto a Andrés Valle, de la asociación El Valle Encantado, donde conviven conejos, gallinas, patos, ocas "y otros animales que se abandonan cuando no son rentables", señala. También hay varios burros, un animal históricamente maltratado. Entre ellos, destaca Dani: nacido con una malformación congénita y dado en adopción. Es quizás el único burro del mundo con una prótesis y, sin duda, la estrella de la asociación, situada a las afueras de Madrid pero cuya ubicación exacta Esperanza prefiere no revelar "porque si no, me tirarían los animales por la valla y, lamentablemente, no damos abasto".
Tradicionalmente, la relación de España con sus animales ha sido, salvo honrosas excepciones, muy mala, critican los animalistas. Además del abanico de festejos que, en nombre de dicha tradición, implican la tortura de todo tipo de animales, su cosificación –la noción de verlos como una propiedad de usar y tirar– sigue vigente. Las raíces de esta idea utilitarista pueden encontrarse en la cultura judeo-cristiana, basada en una Biblia que asegura que Dios puso a plantas y animales al servicio del hombre.
Un servicio del que se sigue haciendo uso y abuso y que el cineasta Luis Buñuel clavó en una escena de 'Viridiana'. En la película, el protagonista, Paco Rabal, ve pasar un carro con un perro atado, obligado a trotar entre las ruedas. Cuando le pregunta al conductor por qué no sube al vehículo al exhausto perro, el hombre le contesta que "adentro es sólo para las personas". Cuando, finalmente, le compra el perro, su antiguo dueño le da este consejo: "Cuanto menos coma, más cazador". La escena se cierra con la imagen de otra tartana pasando en sentido contrario, con un perro trotando en iguales condiciones.
'Viridiana' se rodó en la España del 1961, cuando en países del norte de Europa existían desde hacía más de un siglo organizaciones en defensa de los animales, como la Sociedad Británica para la Prevención de la Crueldad Animal (RSPCA), que se fundó en 1824. Faltaba poco entonces para que se publicara, en 1975, 'Liberación animal', libro estandarte del movimiento animalista moderno donde su autor, el filósofo Peter Singer, refutaba la creencia de que la especie humana fuera superior a todas las demás.
De todos modos, la cuestión de los derechos de los animales se llevaba discutiendo desde hacía siglos. Ya era tema de debate en la Grecia clásica: en el 500 a.C., Pitágoras ya pidió respeto para ellos, mientras que Aristóteles, el primero en crear una taxonomía animal, habló de sus similitudes con los humanos. En la edad media, san Francisco de Asís los consideró hermanos del hombre, mientras que, siglos después, filósofos como John Locke e Immanuel Kant expresaron que los animales tenían sentimientos y que la crueldad hacia ellos era moralmente mala. En su 'Discurso sobre la desigualdad', publicado en 1755, Rousseau dijo que, aunque no fueran racionales, los animales eran sensibles y que aquella capacidad de experimentar placer y sufrimiento les conllevaba unos derechos.
En paralelo a las ideas, aparecieron legislaciones específicas. Como la Martin’s Act, aprobada por el Parlamento británico en 1822 y considerada la primera gran ley de protección animal del mundo. Fue utilizada por primera vez por su artífice, el político irlandés Richard Martin, para dictar sentencia contra el propietario de un burro maltratado.
Las leyes se han ido ampliando, como los datos que demuestran nuestra estrecha vinculación genética con los animales. Sin embargo, la ética, el respeto hacia ellos, sigue sin calar en muchas sociedades. Empezando por la nuestra, donde, señalan los expertos, todavía queda mucho por hacer: "Yo creo que el amor hacia los animales va ligado a la educación y al bienestar de un país –reflexiona Leonor Díaz de Liaño–. En el área mediterránea, los animales, en general, se tratan como basura, pero, a medida que subes por Europa, la cosa mejora. Aunque en España también hay diferencias: están mucho mejor en Catalunya que en Andalucía, por ejemplo".
Yahaira Tovar, presidenta de la Asociación de Defensa y Protectora de Animales de Canarias, coincide con Leonor en las diferencias norte-sur. Ella las vive a diario, dice, en su protectora, ubicada en Tenerife: "Veo como la gran mayoría de la gente aquí sigue teniendo a los animales como les da la gana: perros atados a un bidón para que les vigilen las lechugas, sin controles ni higiene ni, por supuesto, cariño". También denuncia que las autoridades hagan la vista gorda ante el maltrato y que no se apliquen las ordenanzas existentes aunque sean obsoletas.
"¡Suerte de los extranjeros!", exclama, refiriéndose a las adopciones internacionales de perros que ocurren en Canarias desde hace años. Un fenómeno donde los adoptantes son, en su mayoría, turistas alemanes, quienes, al ver como tiene la gente del campo a sus perros, acuden a la protectora para llevárselos. También actúan como "padrinos de vuelo", acompañando a perros hasta Alemania, donde son acogidos por protectoras de allí.
"En las islas llevamos haciendo esto hará unos 20 años. Han salido miles de animales, aunque el ritmo ha bajado, porque los billetes cada vez son más caros", explica Yahaira Tovar, quien especifica que los controles de adopción son muy exhaustivos y lamenta que los que viven tan lejos "se preocupen más por los animales que los de aquí". Ilustra esto último con un ejemplo contundente: su protectora cuenta solamente con cuatro voluntarios fijos. Una cifra muy inferior a los más de 200 que tiene la Liga para la Protección de Animales y Plantas de Barcelona, la primera asociación de este tipo fundada en España, hace 70 años.
En sus instalaciones, en la falda del Tibidabo, viven casi 100 perros y más de 200 gatos recogidos o entregados en adopción. De los gatos se encarga Enric Soler, quien empezó como voluntario hace 13 años y asegura que "esta labor desinteresada es indispensable para una organización como la nuestra".
En la actualidad, debido al desbocado aumento del paro, hay más gente que se ofrece para ayudar. Sin embargo, la crisis también ha hecho que suban las peticiones de recogida de animales. De ello da fe la directora de la Liga, Mercedes Hernández, quien en los últimos meses recibe una media de 25 llamadas al día de personas que quieren dejarles sus perros o gatos.
"Antes, las razones más habituales del abandono eran que el animal les provocaba alergia o que había nacido un bebé –explica–, pero ahora hay una avalancha de llamadas de gente que ha tenido que vender su piso o se va a casa de padres o, incluso, ha sido desahuciada".
La crisis también ha hecho que bajen las peticiones de adopción que, en los últimos años, habían experimentado un aumento en toda España. Catalunya es además el único lugar donde está prohibido el sacrificio de perros y gatos abandonados, lo que para las protectoras es un avance, pero también significa que no se da abasto.
Según el Análisis sobre el Vínculo entre Personas y Animales de Compañía, de la Fundación Affinity, el principal motivo de abandono de mascotas son las camadas indeseadas (18,6%). Le siguen factores económicos (14,5%), pérdida de interés por el animal (9,9%), fin de la temporada de caza (8,9%) y problemas de comportamiento (8,6%).
La mayoría de los entrevistados para este reportaje coincide en que el déficit de adopciones contra abandono no se corregirá hasta que se regule la reproducción de animales de compañía. Un tema, el de la esterilización, que, como explica la terapeuta animal Olga Porqueres, "echa para atrás a la gente", pero es necesario. Porqueras, activista proanimales –un mundo donde las mujeres son mayoría–, está centrada en el negocio de la venta de mascotas. "Es incomprensible que se sigan produciendo animales de compañía en lugares tan siniestros como las fábricas de cachorros del Este de Europa, mientras las protectoras no dan de sí", denuncia. Es la impulsora de una campaña en la plataforma Change.org que pide a unos conocidos grandes almacenes el cese de la venta de mascotas. Ya lleva más de 50.000 firmas recogidas. ¿Una utopía? Parece que no, porque el Gobierno español ultima un anteproyecto de ley que prohibiría la venta de animales en las tiendas. Todo un avance que debería complementarse, insiste Olga Porqueres, con una normativa para los criaderos, para que se cumplan unos requisitos de idoneidad.
Jaume Altimira y Elsa Rodríguez-Cabo cuentan que jamás se les hubiera pasado por la cabeza comprar un perro, dada la cantidad de animales que se abandonan. Ellos adoptaron a Ruc y a Maqui la pasada primavera en la perrera municipal de Barcelona. "Los cogimos porque estaban juntos, en la misma jaula", recuerda Elsa. "A veces la gente no quiere adoptar porque la sensación es que el animal te va a venir con un pasado, tocado: pero esta no es la primera vez que adopto y, realmente, son muy agradecidos. El cariño que te dan es increíble". La relación de los perros con sus hijas pequeñas, Frida y Bruna, resalta, es también muy buena.
Jaume Altimira es veterinario e hispatólogo (analista de tejidos) animal. Su especialidad, es una muestra de cómo, en algunos terrenos, se ha avanzado en el cuidado animal. "Yo creo que hemos evolucionado en el sentido de considerar a los animales seres con derechos”" explica. "Lo que pasa es que mucha gente los sigue viendo como un objeto decorativo, y hay que ser muy consciente de que tener un animal no es una cuestión de imagen, sino de responsabilidad: pasa a formar parte de tu familia y lo tienes que tratar como tal".
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